Doce años: Chapter 1

Published Jan 14, 2013, 11:26:08 PM UTC | Last updated Jan 27, 2014, 11:10:39 PM | Total Chapters 16

Story Summary

Writen in spanish. SasuNaru. AU. Naruto es padre de Kyoko, y desde que su esposa Hinata murió se ha empeñado en criar a su hija de la mejor forma que puede, aun cuando Kyoko llega llorando de la escuela y acusa a un tal Kei Uchiha de hacer su vida miserable.

Jump to chapter body

Art RPG

Characters in this Chapter

No characters tagged

Visibility

  • ✅ is visible in artist's gallery and profile
  • ✅ is visible in art section and tag searches

Chapter 1: Chapter 1

Fandom: Naruto.

Calificación: mayores de 14 años.

Género: yaoi, drama, humor.

Declaración: el concepto y la idea original de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto.

Advertencias: bastante a salvo, en este primer capítulo al menos.

 

++++++++++++++++++++

Doce años

Capítulo 1

por Hikari Shiroki

.

La puerta se batió estrenduosamente contra sus goznes mientras una ráfaga de largos cabellos rubios arremetía contra ella. Naruto no tuvo tiempo de salir de la cocina para saludar a su pequeña hija, su adorada bebé, su princesa, antes que la ráfaga amarilla pasara por su lado y se precipitara inmediatamente contra otra puerta, esta vez, la del cuarto de la preciosa niña. El joven padre se quedó un momento perplejo observando la figura del zorro rosa con el nombre de Kyoko meciéndose de un lado al otro de la puerta del cuarto de su hija.

Kyoko siempre había sido una pequeña inquieta y más de una vez le había pegado un susto de muerte con alguna de sus travesuras. Naruto recordaba con escalofríos el día que había llegado a casa después de hacer unas compras en el mercado y había encontrado a Kyoko, que supuestamente dormía profundamente la siesta, parada en la baranda del balcón de su pequeño departamento vestida con su traje de noche de brujas de hada a punto de intentar volar; o la vez que accidentalmente incendió la cocina tratando de prepararle el desayuno por su cumpleaños; o la vez que cortó todo el cabello de su frente porque ya no quería tener flequillos y Naruto no había podido llevarla al salón de belleza ese día. En resumen, Kyoko era una niña inquieta, algo inocente, pero nunca con malas intenciones o con ataques de cólera azotando puertas como los que hacía unos segundos había presenciado Naruto.

El hombre joven suspiró para sus adentros. Kyoko había cumplido doce años hacía dos semanas exactamente. El libro que Hinata, su joven esposa fallecida hacía más de diez años, le dejó decía que con la entrada a la adolescencia las niñas tendían a tener un cambio de carácter más acentuado que el de los varones. Naruto no creía que tal cosa fuera a ocurrirle a su pequeña hija. Rayos, todavía la veía y solo podía distinguir a un pequeño bebé sonrosado y feliz que necesitaba de vez en cuando que la levantaran y la estrecharan contra su pecho. Pero Naruto sabía que su niña iba creciendo.

Sakura, una de sus mejores amigas y compañera en el trabajo, se lo venía diciendo desde hacía más de un año, otras mujeres casadas y con hijos de la misma edad que la suya o mayores también se lo advertían, incluso su padre Minato, que no tenía ninguna experiencia con niñas, ya que solo había tenido que encargarse de criar a su único hijo hombre, Naruto, se lo había adelantado unos meses antes. Las niñas son diferentes, necesitan una figura materna a la cual contarles una serie de cosas que no podrían decirle jamás a su padre. Naruto había estado ciego al creer que podría criar a su hija completamente solo.

Era en momentos como esos en los que lamentaba haber cancelado todas las citas que años atrás le proponían (aunque si era sincero consigo mismo, no habían sido años atrás cuando una secretaria de la sección de administración le había invitado a tomar un café y él se había excusado debido a que tenía que asistir a la exhibición de karate de su hija), y extrañaba inmensurablemente a Hinata.

La mujer con la que se había casado hacía 13 años era Hinata, su amiga de la infancia. Naruto también había sido huérfano de madre desde muy pequeño y aunque Minato era un padre excelente y el mejor de los amigos, Naruto siempre había anhelado la presencia de una madre a su lado. Cuando era niño, Minato, que trabajaba tan arduamente como lo hacía Naruto ahora, lo había puesto en los mejores colegios de la ciudad y no había reparado en gastos para darle lo mejor de todo a su hijo. Naruto había conocido a Hinata durante sus clases en la escuela primaria, y como ella era muy tímida y Naruto era ignorado por los demás alumnos por no tener el dinero que ellos disponían, se encontraron y se hicieron inseparables. Hinata siempre fue muy buena con él. Lo escuchaba atentamente y lo consolaba cuando Naruto estaba triste por algo, se sonrojaba cuando le hablaba y le daba consejos, y siempre fue la presencia femenina que Naruto necesitó en su vida.

Cuando crecieron, Hinata comenzó a ser distanciada de Naruto por su familia. Los Hyuuga eran una de las más poderosas familia en la ciudad y tenían una dinastía y estirpe por preservar. La asociación de Hinata, la primogénita y heredera del clan, con un niño casi huérfano y desconocido no era bien vista. Sin embargo, Hinata comenzó a confiar más en Naruto cuando se hizo mayor. Le contaba toda la presión que pesaba sobre ella y cómo poco a poco la llevaba a desesperarse. Naruto no podía permitir que su amiga de toda la vida, la mujer que consideraba una santa por encima del resto, viviera de esa forma; así que apenas terminaron la escuela superior y Hinata estaba destinada a desaparecer para siempre de su vida por decreto de su familia, Naruto le propuso fugarse juntos. Hinata aceptó inmediatamente y le confesó a Naruto que siempre había estado enamorada de él. Naruto se sentía muy satisfecho.

Les llevó más de un mes atender a los ruegos de Minato, el padre de Naruto había quedado enormemente solo desde que ambos se fugaran, y regresar a la ciudad, esta vez como Naruto y Hinata Uzumaki. El clan Hyuuga se encolerizó, los amenazó y finalmente, cuando Hinata confesó que estaba embarazada, guardó un muy solemne silencio.

Hiashi Hyuuga, el padre de Hinata, no tuvo más remedio que desheredar a su hija y pasar todos sus bienes a su hermana menor, Hanabi; desde entonces les dieron sus espaldas y se prohibió el mínimo contacto entre ellos. A Naruto y Hinata les fue indiferente.

Cuando Kyoko nació vivieron felices durante exactamente dos años. Naruto los recordaba como los mejores de su vida, haciendo grandes planes para el futuro de la pequeña; Minato, abuelo a los 36 años, era el más feliz de todos. Sentía que tenía una familia de verdad por primera vez en años y siempre llenaba sus veladas de bromas y risas.

Pero Hinata enfermó. Una enfermedad que se esparcía como un tumor en su cerebro, dejándola ciega repentinamente y debilitándola poco a poco. Naruto la cuidó durante todo el tiempo que estuvo postrada, y esperaba por un milagro que la salvara. Pero Hinata sabía mejor que todos la condición de su cuerpo. Le pidió a Naruto revisar una vez más los planes para el futuro de Kyoko, y la tristeza que embargaba su rostro al pensar que no podría estar ahí para compartirlos con ella era más de lo que Naruto podía soportar.

Un día, Hinata le dio un libro, le dijo que lo había comprado el día del primer cumpleaños de Kyoko y que había hecho algunas anotaciones en él. Era más que nada un libro guía para la crianza y nutrición de los niños hasta sus doce años, pero Hinata estaba tan emocionada con él que lo llenó de muchos datos que había ido recogiendo de otras fuentes en unas hojas que fue escribiendo durante las noches y agregando en la parte final del libro. Se lo entregó a Naruto y le pidió que cuando sintiera alguna duda sobre Kyoko lo leyera, y que no olvidara los planes que tenían para ella.

Hinata murió cuando Kyoko tenía dos años de edad. El funeral estuvo lleno de amigos de ambos, personas que los habían conocido muy bien en esos últimos años y que habían jurado que no dejarían solo a Naruto en los momentos de necesidad. Sakura, a quien Hinata había conocido a través de Naruto, estaba ahí; también Kiba, que era uno de los mejores amigos de ambos, junto con Shikamaru y Chouji, que habían conocido a Naruto de los tiempos de la escuela. Shino, un amigo de Hinata que casi nunca hablaba y con el cual ella tenía una gran afinidad también estaba presente. Algunas personas más del trabajo de Minato que habían visto crecer a su hijo y que se solidarizaban con la pérdida asistieron a rendir sus respetos, además de otras personas que la habían conocido y se acercaban a rendir sus respetos.

Los Hyuuga no hicieron acto de presencia pública. Más tarde esa noche, sin embargo, en el departamento de Naruto, este se encontraba tomando un café con unos cuantos amigos que aún no querían dejar solo al nuevo viudo, cuando tocaron a la puerta. Hanabi se encontró unos segundos después frente a Naruto. Callada y muy pálida, sus ojos claros iguales a los de su hermana mayor estaban rojos y su cabeza agachada. A su lado, un hombre de cabello largo y con los rasgos inconfundibles de los Hyuuga guardaba una respetuosa distancia. Naruto se acercó inmediatamente a su cuñada y le dio un estrecho abrazo, la joven heredera se sorprendió por el gesto pero no dijo nada que mostrara que no era bien recibido. Cuando Naruto finalmente la dejó, la acercó al pequeño altar de Hinata y la dejó a solas, llorando un momento. Seguidamente se dirigió al cuarto de Kyoko y, sin despertarla, la sacó de su cuna para llevarla a conocer a su tía. La única pariente que le quedaba en toda la casa Hyuuga por lo que a él concernía.

Desde entonces se formó una especie de rebelión en el poderoso clan, con catorce años de edad, Hanabi comenzó a hacer una guerra silenciosa contra su padre para que cancelara la orden de no ocuparse de Kyoko, la hija de Hinata y Naruto. Su madre, la madre de Hinata; Neji, su prometido y futuro líder del clan, y casi todas las mujeres y el clan sonkei (el clan Hyuuga estaba dividido en dos clanes a su vez) que apoyaba a Neji se fueron en contra de Hiashi y sus órdenes.

Hiashi Hyuuga no tuvo más remedio que claudicar eventualmente y así, cuando Kyoko cumplió los cinco años de edad, Hanabi que tenía diecisiete años en ese momento regresó al departamento de Naruto para pasar el día con su sobrina e invitarlos a la mansión Hyuuga a tomar el té. Naruto rechazó la ayuda económica de los Hyuuga amablemente en un principio. En su orgullo, él sabía que no podría soportar la idea de deberle algo a ese clan. Pero luego de conversarlo un tiempo con Minato, de leer el libro que Hinata le había dejado de cabo a rabo, y de escuchar pacientemente las protestas de Hanabi y Neji, finalmente decidió aceptar que los Hyuuga se encargaran de pagar la educación de Kyoko.

Es por eso que Kyoko, al igual que Naruto a su edad, comenzó a asistir a los colegios más prestigiosos y caros de la ciudad. El clan Hyuuga, y principalmente Neji y Hanabi, no reparaban en gastos para asegurarse de que la hija de Hinata recibiera la mejor educación. Naruto se los agradecía, especialmente cuando al ser ellos los encargados de Kyoko, Naruto no tenía que cruzarse con Hiashi Hyuuga en ningún momento.

Kyoko era el tipo de niña que había sido criada por dos hombres, Minato y Naruto, siempre metiéndose en líos, hablando demasiado y actuando resuelta y valientemente. Hanabi muchas veces la reprendía cuando era muy niña por no actuar como una, aunque casi siempre terminaba muerta de risa ante las ocurrencias de su sobrina. Pero era en esos momentos que Naruto se ponía a un lado, agarraba el gran libro de crianza de Hinata y buscaba vehementemente algún tipo de falla en la forma cómo estaba criando a su hija que hubiera podido evitar.

Hanabi lo tranquilizaba, diciéndole que ella había sido una niña muy traviesa también y cuando Naruto estaba más tranquilo y le preguntaba si Hinata también había sido igual, Hanabi no ayudaba mucho desviando la mirada.

Kyoko no se parecía en nada a su madre, su largo cabello rubio atado en dos colas, sus redondos y expresivos ojos azules, su piel sonrosada y bronceada, todo en ella era idéntico a Naruto y, por ende, a Minato, como si la sangre Hyuuga no tuviera nada que ver en la mezcla que era su hija. Su carácter también era demasiado similar al suyo y hacía amigos con una enorme facilidad. Naruto recordaba a la tímida Hinata y casi se le rompía el corazón pensando que no quedaba nada de ella reflejado en su pequeña Kyoko.

Por eso, cuando Hanabi les había anunciado hacía medio año que se iría a estudiar al extranjero y dejaba a Neji a cargo de Kyoko por parte del clan Hyuuga hasta su regreso, Naruto comenzó a preocuparse. Sin darse cuenta había depositado parte de sus esperanzas en Hanabi y en lo mucho que quería a Kyoko y por eso había desaprovechado las oportunidades de buscar una figura materna estable para su hija cuando había tenido la ocasión. Se daba cuenta que era completamente injusto, para la hermana de Hinata, pedirle que se quedara. Al igual que su difunta esposa, Hanabi cargaba ahora con la responsabilidad de ser la heredera del clan Hyuuga.

Naruto recordó en un vaivén de imágenes todas las confesiones que Hinata le había hecho cuando eran adolescentes y lo desesperada que se sentía bajo la presión de su propio clan. Hanabi siempre se había mostrado alegre y contenta en cada visita a su pequeño hogar, así que nunca se había molestado en preguntarle cómo se sentía realmente, siguiendo los pasos de su hermana. Pero cuando finalmente estuvieron solos y Naruto se lo preguntó, Hanabi dejó salir una expresión de tristeza inmensa y le dijo que ese viaje lejos de casa le haría muy bien.

Naruto no le preguntó más. Él y Kyoko la despidieron con una sonrisa y le desearon un buen viaje.

De eso habían pasado seis meses. Aún conversaban con Hanabi de vez en cuando por teléfono y Kyoko era la misma de siempre, así que poco a poco Naruto dejó de preocuparse por la falta de una figura materna estable en sus vidas y volvió a actuar de la misma forma que antes. Pero ahora...

Kyoko estaba sola en su habitación, sin responder a las llamadas de Naruto y sin emitir ningún sonido. Finalmente, como cualquier padre preocupado, Naruto abrió la puerta lentamente y echó un vistazo en el interior. La habitación estaba oscura y apenas eran las tres de la tarde. Todas las cortinas de las ventanas estaban cerradas y Kyoko se encontraba recostada en su cama boca abajo, con una almohada cubriendo su cabeza. Naruto se le acercó rápidamente, depositó una mano sobre su hombro delicadamente y la llamó por su nombre.

Kyoko atisbó desde bajo la almohada que la cubría y miró a su padre.

—Papi...

Naruto casi sintió cómo su corazón se partía en dos al ver los ojos llorosos y la voz temblorosa de su hija mientras se tiraba en sus brazos y comenzaba a llorar como nunca la había visto. Naruto estaba completamente desquiciado y no sabía qué hacer para que dejara de llorar, deseaba tener el libro de Hinata en sus manos en ese momento, pero sabía que no podía dejar a Kyoko el tiempo suficiente para ir a buscarlo. La situación era desastrosa y no sabía qué hacer. Tenía que calmarse, eso era lo primero que tenía que hacer, se dijo a sí mismo, y después de tomar un hondo suspiro pudo calmarse lo suficiente como para decidirse a preguntarle qué era lo que le ocurría. Cuando Kyoko le respondió entre sollozos que no quería regresar nunca más a la escuela Naruto se quedó perplejo.

Dos llamadas telefónicas, una visita apresurada de Minato y una carrera loca por la ciudad en su auto después, Naruto se encontraba frente a un edificio de departamentos en la parte más exclusiva de la ciudad. Ni qué decir que Naruto nunca había puesto pie por esos lugares anteriormente, pero la indignación que sentía creciendo en su interior hacía que detalles como ese fueran insignificantes en ese momento. La directora de Kyoko, después de la llamada amenazadora de Naruto, había accedido a darle la dirección de un tal Kei Uchiha, compañero de clases de Kyoko y que en esos momentos, por todo lo que le importaba a Naruto, estaba a punto de recibir una paliza.

Todavía tremendamente encolerizado y aún no muy seguro de lo que le haría al niño una vez que estuviera frente a él, Naruto revisó los datos escritos en el papel que tenía en la mano cuando entró en el ascensor. Presionó el último botón y esperó impacientemente a que lo llevara a su destino. El guardia en el hall no le había dicho nada cuando lo vio entrar, seguramente demasiado asustado como para moverse al ver el enojo en su rostro, así que Naruto llegó sin ser anunciado al penthouse del edificio.

Cuando salió del ascensor se encontró en un recibidor decorado muy lujosamente y que podría ser la envidia de cualquier hotel de cinco estrellas, vio una puerta frente a él y después de un segundo de vacilación se dirigió hacia ella con grandes pasos. Al poco rato de su llamado se escuchó ruido del otro lado y las dos puertas que conformaban la entrada principal se abrieron de par en par dejando ver a una criatura que dejó sin habla a Naruto.

El hombre frente a él era... peculiar. El cerebro de Naruto no pudo juntar toda la presencia del ser que lo recibía en conjunto en un primer momento, así que lo fue armando de a pocos. Alto, mucho más alto que Naruto, casi de la talla de su padre, probablemente, cabello negro —¿o era azul?— que caía por un rostro tremendamente pálido en desordenadas puntas —le recordaba el look de los cantantes en las bandas de rock visual que había visto por la televisión—, unos ojos negros que lo hipnotizaron nada más verlos muy de cerca —como la distancia que mantenía en ese momento—, una camiseta suelta sin mangas azul oscura y un par de jeans con cortes por todos lados, y botas, seguramente botas si hubiera estado calzado. Pero como no lo estaba Naruto se quedó mirando ridículamente los dedos blancos de sus pies por un largo rato mientras su cerebro procesaba todo lo que había visto.

Estaba tan entretenido en sus pensamientos que no se percató de la expresión aburrida y despreciativa con la que el hombre había abierto la puerta y que segundos después había cambiado a completa expectación al ver al joven de cabellos rubios y los ojos más azules y enormes que había visto en su vida, todo enmarcado en un cuerpo de ángel que a través de la camisa entreabierta y las mangas arremangadas se dejaba visualizar. El hombre de cabello oscuro parpadeó un par de veces, tal vez creyendo que realmente estaba ante una visión que muy pronto desaparecería de su vista. No recordaba haber visto nunca una persona tan hermosa como la que tenía frente a él en esos momentos. No podía creerse que existiera un cabello tan suave —porque se podía imaginar lo suave que era—, una piel más cálida y unos ojos… Sus ojos, no eran de este mundo, era imposible que Dios hubiera puesto en la tierra a ese ángel con unos ojos tales que podrían borrar cualquier pecado cometido.

Fue entonces que se percató que Naruto seguía con la vista fija en el piso, más específicamente en sus pies, y mucho más específicamente en los dedos de sus pies, que sobresalían por entre el largo de su pantalón. Sasuke movió el dedo gordo del pie derecho para ver si captaba su atención y lo hizo. Una pequeña risa se atoró en su garganta ante tal descubrimiento y Naruto sacudió su cabeza saliendo de su estupor. Trató de recordar para qué había venido a ese lugar (seguramente no para quedarse viendo los dedos del pie de un sujeto desconocido) y entonces sus dedos estrujaron el papel en su mano. Inmediatamente levantó la mirada y se enfrentó a unos ojos sorprendidos por el cambio de expresión en sus ojos azules.

—¿Esta es la casa de Kei Uchiha?

El tono de voz no dejaba lugar a dudas, el pequeño demonio había vuelto a hacer otra de las suyas y esta vez había implicado a un semiángel en sus malcriadeces. «Genial», pensó el hombre en la puerta, «qué excelente forma de conocer a alguien».

Naruto vio cómo el hombre frente a él alejaba el cabello de sus ojos arrastrando la palma de su mano desde su frente hacia arriba.

—Sí, Kei es mi sobrino —la respuesta tardó en codificarse en el cerebro de Naruto debido al gesto anteriormente descrito.

—Mi nombre es Naruto Uzumaki —balbuceó repentinamente Naruto extendiendo su mano.

—Sasuke Uchiha —apenas tuvo tiempo de responder el otro joven cuando Naruto lo interrumpió de nuevo.

—Soy el padre de Kyoko Uzumaki, una compañera de Kei en el colegio. Quisiera hablar con su padre y Kei si fuera posible.

La voz de Naruto no se interrumpió ni una vez, y Naruto se sintió orgulloso de haber planeado cómo debía comportarse en esa situación con solo cinco segundos de anticipación. Pero cuando fijó sus ojos nuevamente en Sasuke vio que el hombre lo miraba con una expresión curiosa que en ese momento no pudo entender.

Sasuke, por su lado, había comprobado lo suave que era la piel de Naruto en el momento en que estrecharon manos, estaba a punto de hacerle la observación cuando se percató que el rubio seguía hablando... sin soltar su mano. No la dejó ni cuando terminó de hablar y como Sasuke no le respondiera levantó sus grandes ojos azules del color del cielo una vez más hacia él. Sasuke olvidó lo que estaba a punto de hacerle notar.

Naruto trató de romper el silencio otra vez después de un rato en que ambos no dijeran nada.

—Disculpe...

Sasuke comenzó a moverse como movido por un resorte al escuchar de nuevo la voz de Naruto.

—Sí, sí, está bien. Pasa, por favor.

Y justo en el momento en que se hacía a un lado para dejarlo pasar, ambos hombres se dieron cuenta que ocurría algo extraño, el cuerpo de Sasuke se movió y el cuerpo de Naruto lo siguió, casi cayendo en el pecho del hombre más alto.

—Eh, ¿podrías soltar mi mano?

Fue un impulso, Sasuke casi se dio de cabezazos contra la pared al comprobar que Naruto retiraba su mano de la suya inmediatamente y la guardaba a un lado como si estuviera infectada; acto seguido su rostro se pintaba de rojo.

A pesar de eso, el Uchiha aparentó no notar nada y le hizo un gesto para que se adentrara, siguiéndolo después de cerrar la puerta. Naruto se encontró en una sala dos veces más grande que su departamento y no pudo evitar observar todo como si se encontrara en otro planeta. Sasuke le indicó un sillón de cuero negro y el joven padre se sentó.

—Itachi —comenzó a decir Sasuke sacando a Naruto momentáneamente de su estupor—, el padre de Kei, volverá a casa pronto. Acaba de salir de la oficina.

Naruto asintió con la cabeza una vez y se acomodó en el sillón a esperar. Sasuke se puso en pie y le dijo que esperara un momento. Unos segundos después reapareció en la sala con una bandeja con té. Naruto se enderezó en el sillón y comenzó a observar a Sasuke nuevamente. Era un hombre extraño. Tenía la apariencia de un cantante de rock y parecía que era una persona que no se molestaría en ayudar a alguien o serle útil a otra persona voluntariamente.

Sin embargo, aquí estaba, acompañando a un completo extraño sin saber sus intenciones e incluso sirviéndole té muy amablemente. Naruto sonrió para sí mismo y tomó nota mental de no volver a juzgar a una persona por su apariencia nunca más.

Una vez que volvió a sentarse frente a Naruto después de ofrecerle el té y que este diera el primer sorbo, Sasuke se preparó para enterarse de la última estupidez de su sobrino.

Kei Uchiha era un niño mimado.

Sasuke no podía describirlo con un calificativo mucho menor a ese. Kei era el único hijo de Itachi, como su hermano mayor, era el heredero del clan Uchiha: un niño prodigio que sobresalía en todas las áreas académicas y físicas de los niños de su edad. Sasuke estaba seguro que Kei era admirado por todos, tal y como siempre había sido con su hermano, y si no fuera porque era tremendamente caprichoso, egoísta, soberbio y malcriado estaba seguro que hubiera sido un Uchiha mejor que el resto de ellos.

Pero Kei Uchiha tenía un carácter terrible. Le causaba gracia el sufrimiento y la humillación del resto y adoraba salirse con la suya. Si de él dependiera, Sasuke le habría dado una paliza hacía mucho tiempo. Una de las tantas de las que desde niños habían escuchado a su padre Fugaku amenazar a los niños que no eran dignos y hacían majaderías. Fugaku nunca tuvo la necesidad de aplicarla en sus dos hijos, ya que estos nunca se atrevieron a ser indignos de su padre; pero la amenaza siempre estuvo presente cuando eran pequeños. Tal vez crecer de la forma en que Kei lo hacía era lo que lo había convertido en un pequeño monstruo a los ojos de su tío.

Itachi nunca había corregido a Kei. Para su hermano, su hijo era un ser intachable cuyas acciones siempre tenían motivos lógicos y profundos. Conversaba con él cuando alguien le llamaba la atención sobre algo que había hecho —cosa que excepcionalmente había pasado solo dos veces en toda su vida— y siempre encontraba alguna razón para disculpar el mal comportamiento de su primogénito.

Sasuke sabía que la principal razón por la cual Kei se saliera con las suyas era el nombre Uchiha, el cual amedentraba a cualquier persona que quisiera tomar cartas en el asunto. No ayudaba que Itachi y Kei vivieran rodeados de toda la opulencia que el nombre de su clan les pudiera proporcionar y que, en otras palabras, se sintieran los dueños del mundo; demasiado seguros de sí mismos como para pensar que estaban errados. Tampoco ayudaba que las personas a su alrededor fueran todas serviles y encumbristas, disfrazando amistad con negocios y sonrisas con dinero. Pero eso no los justificaba, Sasuke había sido criado en iguales condiciones y sabía lo hipócrita del mundo y lo poco confiable que era la gente con la que se rodeaban. Comprendía que Itachi se había dado cuenta también, era demasiado inteligente como para no hacerlo, pero sabía bastante bien que Itachi sacaba más provecho de las demás personas que la que ellas sacaban de él. Era un juego para él. Y eso lo hacía el cabecilla del clan más indicado para ese puesto.

Y frente a él ahora se encontraba Naruto. Un muy molesto padre, con rostro angelical y los ojos más sinceros que había visto en su vida, que aguardaba a Itachi para pedirle explicaciones por el comportamiento de su perfecto y querido hijo Kei.

Una sonrisa satisfecha comenzó a bordear los labios delgados de Sasuke y Naruto de pronto se preguntó aterrado si su acompañante no sería un asesino en serie. Las cosas se iban a poner muy interesantes cuando su hermano llegara a casa y Sasuke tenía asiento en primera fila para este acontecimiento.

-...-
 
+++++++++++++++++
 

Finalmente comencé a reeditar esta historia. Ahora que la reescribo (practicamente, después de todos los cambios que le estoy haciendo), comienzo a recordar que esto lo escribía ca pítulo por día, todos los días de un tirón... ¿Qué me pasó? Antes yo tenía tanta y tan buena inspiración... Ahora me cuesta terminar las historias como no tienen idea. ¿Estaré pensándolas demasiado? No puedo evitarlo, me he enseriado a tal forma que ya no hay vuelta atrás (snif, snif). Debería regresar a estas historias ligeras y entretenidas, pero no sé cómo... Ains, haciendo descargo por aquí también, si no me cuido esto va a parecer uno de mis diarios XD.

Okis, pienso ir editando a razón de un capítulo por día (pero si me atraso no me crucifiquen) y metiendo algunas cosas nuevas o quitando otras que no considero que vayan ya. En fin, si de un tiempo a esta parte regresan y encuentran todo cambiado, ya saben a quien culpar.

¡Ahí se ven!

 

Post a comment

Please login to post comments.

Comments

Nothing but crickets. Please be a good citizen and post a comment for hikarishiroki